Deseamos desarrollar proyectos de inclusión educativa en donde haya lugar para todos y nadie quede fuera, teniendo presente dificultades de aprendizaje, conductuales, situaciones familiares especiales, de adicciones, entre otras… Para ello somos conscientes de la necesidad que tenemos de formarnos en esta temática y reflexionar sobre la realidad en la que estamos inmersos.
En el Evangelio los más pobres y los más necesitados son los primeros. Para nuestra fundadora, la Madre Ana María Janer lo han sido, sin duda. Para nosotros, en nuestra tarea cotidiana, los niños y jóvenes con dificultades de aprendizaje, con consumos problemáticos, con pobreza de relaciones y de vínculos, son aquellos a los que Ana María hubiera servido con más solicitud. Por eso nos preguntamos:
¿QUÉ ESTAMOS HACIENDO CONCRETAMENTE POR ELLOS? ¿CÓMO? ¿QUÉ MÁS PODEMOS HACER?
Éstas son algunas de las preguntas que nos hacemos y a las que estamos intentando dar respuesta con lo que consideramos que deberíamos tener presente en cada una de nuestras Instituciones Educativas.
Mucho se ha hablado de integración en los últimos años. Sin duda, en todos nuestros centros educativos, esta palabra estuvo presente, y con ella un sin número de desafíos, cuestionamientos, intentos, resistencias de algunos, audacias de otros, logros sorprendentes y fracasos. En este momento, dando un paso decisivo en el tema, se habla de inclusión.
Creemos que la inclusión es tarea nuestra, que como janerianos no podemos concebir otra forma de educar porque nos reconocemos heterogéneos, porque la Madre Ana María nos enseñó a no despreciar a nadie y acoger a todos los que tienen necesidad y están heridos. Necesitamos crear una cultura de la inclusión siguiendo el modelo de nuestra Madre Ana María Janer; una cultura de la atención misericordiosa a todo ser humano.
Las escuelas inclusivas demandan diferentes tipos de competencias, así como distintos niveles de involucramiento y colaboración entre diversos actores educativos. No obstante, para ello, el profesor de aula sigue siendo la pieza clave y principal responsable del proceso educativo de todos sus alumnos. Aceptar que el escenario de trabajo y rol cambian considerablemente y que su formación inicial y continua es de máxima importancia para avanzar en el desarrollo de prácticas y culturas escolares más inclusivas, es una actitud que abre puertas para el cambio. Formar profesores con competencias para trabajar en contextos y con estudiantes cada vez más complejos y heterogéneos, es el gran reto que enfrentan las instituciones formadoras del profesorado en los países latinoamericanos. Repensar los perfiles profesionales y los modelos formativos de cara a las transformaciones que exige una pedagogía basada en los principios de inclusión y atención a la diversidad, en el contexto de los aprendizajes que demanda el siglo XXI, es una necesidad urgente si se aspira a alcanzar la meta de educación de calidad para todos, sin exclusiones ni discriminaciones de ningún tipo.
En la actualidad, se observa un creciente convencimiento de que la educación inclusiva es la vía más expeditiva para reducir las inequidades de nuestros sistemas escolares, incrementar las oportunidades de los grupos más vulnerables, promover el ejercicio de la plena ciudadanía y lograr una mayor integración y cohesión social. Así, la inclusión ha comenzado a considerarse como una dimensión de calidad o elemento indicativo del buen desempeño de las escuelas”. (Cynthia Duk y F. Javier Murillo – 2010)
“La educación inclusiva no es una estrategia más de enseñanza o una modalidad diferente de escolaridad; como finalidad a alcanzar, implica una forma de vida más plena, una forma de aprender, de ser y de estar con los demás”. (Yadarola Ma. Eugenia. Hacia una educación inclusiva permanente).
“Sin Cultura cooperativa y solidaria es imposible hablar de Educación Inclusiva. Por ello es aconsejable revisar las prácticas educativas e iniciar procesos de desconstrucción y construcción de los contextos escolares; es decir construir una nueva cultura escolar, o al menos darle un nuevo significado a la actual. Una cultura Educativa Inclusiva. Pero para construir dicha cultura, primero hay que soñarla.” (López Melero Miguel. La escuela Inclusiva: una oportunidad para humanizarnos. La Educación: Un espacio para convertirse en ser humano. Pág.136)
Estamos convencidos de que los esfuerzos por una real inclusión deben llevarse a cabo cada día, descubriendo en el trabajo cotidiano lo máximo que puede dar cada uno de nuestros alumnos (niños y jóvenes), lo que puede descubrir de sí mismo, lo que puede ser. Junto a este convencimiento, constatamos que estamos aún lejos de vivirlo así.
Sabemos que es un trabajo arduo, una tarea que supone ir a las periferias existenciales, abandonar ciertas estructuras, animarse a mirar más allá… Y eso, a algunos les cuesta más, a otros menos… A algunos les apasiona, otros se cuestionan mucho antes de dar un paso concreto. Es nuestra realidad. No la desconocemos y queremos profundizarla.
Es por ello que nos proponemos:
- Tomar conciencia de la realidad que viven nuestras escuelas hoy en esta temática.
- Aclarar términos y diferenciar integración de inclusión.
- Hacer una lectura crítica de nuestra Comunidad Educativa en torno al tema de la inclusión.
- Encontrar respuestas y estrategias para los desafíos que se nos presentan en nuestras Instituciones.